El viento siempre termina cambiando de dirección

El viento no para de abrir la puerta, no se entera que quiero estar sola... en mi mundo. No pienso cruzar la puerta, me quedaré aquí sentada, pensando, escribiendo cada letra que llevo grabada en las venas, en la sangre que fluye por mi cuerpo. Sobre el papel las palabras parecen muertos esperado resucitar en la cabeza de quien las mire. Por eso me gusta jugar con ellas. Y a ellas les gusta jugar conmigo. Por la noche, en sueños, vienen a visitarme, para cuando amanezca pueda hacerlas vivir en todas las cabezas que se atreven a leer mis textos. Mis oscuros textos. Secretos. En blanco y negro. Fotografías de mi cabeza.
El viento no para pero yo tampoco ceso, vuelvo a cerrar la puerta una y otra vez. Me levanto y la empujo. Ahora ella vuelve a abrirse. Hasta que pierda mis fuerzas o hasta que él cambie de dirección. Porque el viento siempre acaba cambiando de dirección, de la misma manera en que a mi, algún día, se me agotaran las fuerzas. Pero quedarán los textos, los oscuros textos. Los enigmas de un alma perdida en la inmensidad, entre la locura y cordura, entre la vida y la muerte.
Una vez más, se cansó el viento, esta vez he ganado yo la batalla. Pero sé que, algún día, no será así. Mientras tanto permaneceré encerrada, jugando con mis palabras, llenando de negro mis textos. Quien sabe si un día ellos me resucitarán a mi, quizás el día en el que el viento sea el vencedor de mi eterna batalla.