Sentada en el parque
Ir a un parque es escuchar el ruido del viento y el baile que las hojas de los árboles te dedican. Contemplar el pasar de dos enamorados, cogidos de la mano, tan solo pendientes de sus miradas y del roce entre sus cuerpos, deseando desnudarse ante el espectáculo del amor y la más ciega locura que los envuelve y atrapa. Percibir la risa de un niño y su magia, que hace que todo aquel que la escuche sonría, y se vuelva a despertar ese otro niño que el tiempo hizo que durmiera en su interior. Observar el vuelo de los pájaros, su revolotear en el cielo y sus sonidos, que ponen banda sonora al aire de la vida. Sentir la furia del atleta que corre por los senderos del parque, que aguanta y no se rinde, pero que navega sin rumbo entre el oleaje de su existir, tal vez para esquivar en su carrera la presión de la insaciable rutina. Acariciar el color de las flores que deslumbran a todo aquel que se atreve a mirarlas y que son capaces de sentir la suavidad de su encanto, mientras su delicado aroma va penetrando en aquellos valientes corazones. Dejarse embriagar por la intensidad de los rayos del sol que penetran en la piel su plenitud y su pureza. Y en mi mente, dibujar y ordenar las palabras que esperan en el remolino interior de mi alma a esa musa capaz de hacerlas explotar y expandirse como la más atroz de las pasiones, ansiosas de vivir y hacerme sentir que aún sigo viva y rodeada de belleza. Recordarme que no es el mundo el que brilla o deja de brillar, sino que soy yo la que ilumina al mundo o deja de hacerlo.
1 comentarios:
Es que los parques son sitios donde recuperamos nuestra naturaleza secuestrada por tanto alquitrán, hormigón y cemento.
Demasiadas veces cuando nos miramos ante el espejo deberíamos ver más al "mono" que llevamos dentro y recordar que sin la naturaleza no somos absolutamente nada.
Bueno....yo no tengo naturaleza de mono, mi naturaleza, como sabe mi mami, es otra.
TQM Marta.
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