Absurdo Mundo

Rezagado en un bulto oscuro que se convirtió en un agujero sin fondo. Escondido, empapado en su propia miseria. Vivía así el absurdo mundo. Sujetaba con fuerza su escudo invisible hecho de pompas de sueño, mientras al otro lado atacaban sin piedad colmenas de locura y pestilencia. Una de odio y otra de ácido sulfúrico, una de cal y otra de arena, una tras otra, en orden, mutilando. ¡Bombas de temor!
Absurdo mundo… hecho con sombras de cianuro. Absurdo mundo siempre tan absurdo. Con las velas contadas y el destino marcado.
Sus enemigos venían cargados de regalos. Un paquete de cerillas para quemar el alba. Una goma para borrar el pensamiento. Una tijera para cortar hilos de alquitrán. Un libro de mala muerte, cargado de palabras sin sentido tan absurdas como el propio mundo, para llenar de pánico almas de histeria. El absurdo mundo, enmarañado de trazados sin rumbo y colores ciegos, quiere sobrevivir y no puede.
El absurdo mundo muere. Y plaga de visiones estrambóticas y olor a bilis. Pliega de “absurdismo” la nada. Su tumba está cubierta de cabezas de hormigón y corazones secos que buscan sangre y lodo. Se desintegra en trozos de barajas científicas y cadáveres sin calaveras. Hasta que se lo comen gusanos sin hambre.