Escritos desde mi celda

por Marta Álvarez Martín

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Lugar: Cádiz, Cádiz, Spain

Licenciada en Periodismo. Estudiante de Investigación Social aplicada al Medio Ambiente. Escritora. Nací un verano caluroso en Cádiz, hace unos años. Vivo en Sevilla y estuve vivendo un año en Italia. Y lo que más me gusta de este mundo, además de su belleza natural, son los libros.

viernes, junio 08, 2007

Sevilla (2007)


Me despierto, y sólo deseo pensar en tu suave rostro, único capaz de hacer olvidar mi delirio, de calmar mi alma enfurecida. Me regodeo entre las sábanas, sólo cinco minutos dame para mentalizarme de que tendré que abandonar el embriagador mundo de los sueños. Y el tiempo pasa. Y pongo un pie en el suelo. Adormecida, busco algo que ponerme y me visto, sin pensar. Me hecho agua por la cara, me miro al espejo y me sonrío: “Buenos días, Marta, volvemos a vernos.” Un poco de maquillaje para ocultar mis verdaderas emociones, no quiero que me reconozcan en este circo de apariencias. Aliso mi cabello. Desayuno, como siempre, cereales. Abro la puerta y vuelvo a cerrarla. Me preparo, pues hay que tener la mente despierta para indagar por los territorios macabros de la ciudad. Suelo mirar a las gentes, a los edificios, a los enfurecidos conductores. Me paro en la parada y me armo de esa paciencia que se debe tener para poder sobrevivir en la ciudad. Momento de desconectar. De sentarme, dejar que el autobús me lleve a mi destino, sin pensar en el camino, ni en los baches, ni en todas las dificultades que me rodean. Un buen libro para acallar el deseo, música para alejarme del mundo o mirar con ojos tristes esa ciudad que no acabo de comprender. Al final del trayecto me espera el conocimiento, la esencia, la búsqueda, la esperanza de encontrar respuestas a todas esas preguntas desobedientes y malcriadas. Allí el tiempo pasa en un suspiro, para muchos, en un abrir y cerrar de ojos. Pero hoy no te veré, y al salir me tendré que conformar con imaginarte. Ando un poco por el parque, me gusta. Refugio de tantos sinsentidos alocados. Respirar un poco de aire puro (todo lo puro que puede ser dentro de una ciudad) para purificar mi propia alma, tan sucia y descuidada. Y Sigo el camino, ese camino impuesto, impuesto no se por quién (aunque intuyo que por mi propia complacencia y resignación). Hasta llegar otra vez a mi propio santuario. Ver, comer, descansar, escuchar, hablar, enjabonarme, reír, volver a comer, leer. Y contar las horas que me quedan para volver a soñar y dejarme vencer por el olvido.



Pd: "La ciudad es un huracán de ruidos y humos"