Escritos desde mi celda

por Marta Álvarez Martín

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Lugar: Cádiz, Cádiz, Spain

Licenciada en Periodismo. Estudiante de Investigación Social aplicada al Medio Ambiente. Escritora. Nací un verano caluroso en Cádiz, hace unos años. Vivo en Sevilla y estuve vivendo un año en Italia. Y lo que más me gusta de este mundo, además de su belleza natural, son los libros.

jueves, diciembre 28, 2006

Huyendo

Correr y escapar, sin mirar atrás. Pisando sobre barro, piedras, ríos y montañas. Con lágrimas bajo los ojos, el pelo enfurecido y las manos sucias.
¿Quién limpiará ahora mi corazón?
No habrá descanso. Mi carrera no cesa. Caminar sin detenerse. Sentir el quejido de mis piernas y a mi respiración agitarse en una atroz agonía.
¿Quién aliviará ahora mi sufrimiento?
Yo muy quieta. Me di cuenta de que fuiste tú el que te fuiste. Y el mundo sigue girando, mientras yo detenida ante el tiempo, luchando a pleno pulmón. Condenada a estar siempre huyendo.

Sombras del tiempo


No quiero llorar. No quiero tirar mis ilusiones. No quiero matar mi sonrisa. Pero me obligan a perder las esperanzas, a transformar mis deseos en cumbres inalcanzables. ¿Qué queda de todo aquello que quise ser un día? (Tengo miedo a responder)
Mi vida, esa fiesta de globos de colores y regalos sin abrir, se va convirtiendo en un funeral sin asistentes, en un desván polvoriento olvidado por los años, en un cofre sin candado ni secretos.
Tiemblo al mirarme al espejo, tiemblo al pensar en mi misma. ¿Qué he hecho? ¿Qué estoy haciendo? ¿Acaso soy todo lo que un día juré no ser jamás? (Tengo miedo a responder)
Quiero encontrar culpables, más no lo consigo. Porque solo consigo verme a mi misma con un rostro diferente, y como siempre, sin nadie a mi alrededor. Solo yo, mi sombra y mi reflejo, culpables a la vez que víctimas, presos de los segundos y de una celda que cada día se va haciendo más pequeña y pesada.

A la sombra de un pino duerme el jilguero.
A la sombra de una rosa descansa un gorrión.
A la sombra del olvido perece mi cuerpo.
A la sombra de mi sombra esta triste canción.
Siempre habrá un adiós, nunca un hasta luego.
Siempre habrá sombras que nublen al sol.

domingo, diciembre 24, 2006

Navidad


Dicen que la Navidad es época de amor y de paz. De estar unidos como hermanos, juntos, y de olvidar las diferencias. Muy lejos de la realidad está ese pensamiento idealista, aunque hay que reconocer que algo de verdad hay en él. Los hombres, egocéntricos y antropocéntricos, somos débiles de conciencia, y necesitamos sosegarla tras un año de tormentos. Recordar que un día fuimos niños que apenas dormían una noche ilusionados por un regalo traído de oriente, cuando aún nos quedaba eso que llaman inocencia. En realidad, la Navidad no vale por lo que es, porque es sólo una tradición en manos de multinacionales y en donde se derrocha toda la energía que hayamos podido ahorrar durante el resto del año en lucecitas de colores, sino que vale por lo que representa, y algo es algo. Yo creo que vive en esos niños que creen que pueden existir reyes magos y bondadosos, en la esperanza de personas que salen a pedir limosna a la calle, en los enfermos de un hospital que aún pueden ser capaces de sonreír. Y, en mayor o menor medida, en todos nosotros. En los ricos y en los pobres. En los buenos y en los malos. Porque todos, aunque sea en nuestro interior más profundo, seguimos siendo iguales.

Felices Fiestas

sábado, diciembre 02, 2006

Sentada en el parque

Ir a un parque es escuchar el ruido del viento y el baile que las hojas de los árboles te dedican. Contemplar el pasar de dos enamorados, cogidos de la mano, tan solo pendientes de sus miradas y del roce entre sus cuerpos, deseando desnudarse ante el espectáculo del amor y la más ciega locura que los envuelve y atrapa. Percibir la risa de un niño y su magia, que hace que todo aquel que la escuche sonría, y se vuelva a despertar ese otro niño que el tiempo hizo que durmiera en su interior. Observar el vuelo de los pájaros, su revolotear en el cielo y sus sonidos, que ponen banda sonora al aire de la vida. Sentir la furia del atleta que corre por los senderos del parque, que aguanta y no se rinde, pero que navega sin rumbo entre el oleaje de su existir, tal vez para esquivar en su carrera la presión de la insaciable rutina. Acariciar el color de las flores que deslumbran a todo aquel que se atreve a mirarlas y que son capaces de sentir la suavidad de su encanto, mientras su delicado aroma va penetrando en aquellos valientes corazones. Dejarse embriagar por la intensidad de los rayos del sol que penetran en la piel su plenitud y su pureza. Y en mi mente, dibujar y ordenar las palabras que esperan en el remolino interior de mi alma a esa musa capaz de hacerlas explotar y expandirse como la más atroz de las pasiones, ansiosas de vivir y hacerme sentir que aún sigo viva y rodeada de belleza. Recordarme que no es el mundo el que brilla o deja de brillar, sino que soy yo la que ilumina al mundo o deja de hacerlo.